miércoles, 17 de julio de 2013

El Doctor Perfecto Para Manos


La oficina del doctor era de forma rectangular y tenía tres paredes pintadas de amarillo tenue y una de un color fuerte vino tinto. A la izquierda de la puerta estaba una computadora puesta sobre un estante y su costado un mostrador con un caño pequeño. La cama para examinar estaba situada en la esquina opuesta a la puerta. Había sólo una pintura, una bastante colorida que tenía la dura misión de alegrar el espíritu de los visitantes, en este caso los visitantes éramos Natacha, Valeria y yo visitando el Hospital Shriners para Niños por primera vez en el frío mes de marzo. La pintura, que era abstracta y parecía un rompe cabezas con cada pieza de diferente color, se quedaba corta en su deber de animar el ambiente pero eso cambió menos mal cuando el Dr. Dan A. Zlotolow entró a la oficina.

El Dr. Zlotolow  un cirujano de manos de alrededor 50 años, con pelo rizado y bastantes canas, llegó con su buena y contagiosa vibra. Vino acompañado de su asistente, un tipo alto de alrededor 30 años.

El Dr. Zlotolow tenía muchas ganas de enseñarnos lo más que podía sobre el caso de Valeria;  por ejemplo, nos dijo que cuando un bebe nace sin pulgar o con mano en espejo, también tiene antebrazo en espejo. Eso quiere decir que en vez de tener un hueso radio y otro cúbito; tiene sólo uno de ellos pero duplicado. El codo no está diseñado para eso entonces tiene problemas para rotar. Volteamos a ver a Valeria que andaba lanzando piezas de Lego como una lanzadora de baseball profesional, osea los huesos de sus antebrazos estaban bien.

En eso el Dr. Alburger (el cirujano de los pies) entró a la sala; yo me sentí honrado de tener a dos eminentes doctores delante de mi y verlos hablar de logísticas como cuando podrían operar a Valeria. El Dr. Zlotolow dijo que podía operar cuando la bebé tenga un año y medio. Dr Alburger dijo que podía operar ya mismo.

“¿Estás diciendo que eres tan importante que prefieres operar sin mi?” le dijo el Dr. Zlotolow al Dr. Alburger quién pareció no apreciar la broma.

“Eso quiso decir, ¿no?” dijo el Dr. Zlotolow hablándome a mi.

“Sí, eso quiso decir”. Le respondí sonriendo.

El Dr. Alburger se fue de la oficina sin sonreír en lo más mínimo y yo sólo esperaba no haber ofendido al hombre que iba a tener los pies de mi preciada hija en carne viva en sus manos.

El Dr. Zlotolow nos explicó que era conveniente esperar para la cirugía porque los músculos de las manos de los bebes carecen de firmeza cuando tienen menos de 18 meses, sus músculos son como tela de arañas y por lo tanto no son lo suficientemente fuerte para que se agarren los puntos.

“Sean pacientes”, nos dijo el Dr. Zlotolow, “para operar sus manos, necesito que me den una mano”.

El juego de palabra nos hizo sonreír; el único que no sonrió fue el asistente del Dr. Zlotolow  supuse que debió haber escuchado ese chiste ya muchas veces.

El Dr. Alburger operó su parte en mayo con excelentes resultados en los pies de Valeria (el doctor hasta se mostró sonriente y nos apoyó bastante en las siguientes visitas). Sin embargo, las cuatro semanas después de la cirugía fueron muy duras. En enero le toca al Dr. Zlotolow hacer su parte; ya veo que la post cirugía va a ser igual de sacrificada; pero por lo menos con la experiencia anterior ya estamos preparados para lo que sea.

Valeria llevándola a Greta de paseo



lunes, 8 de julio de 2013

Magia Africana


Natacha y Valeria estaban jugando en el área para bebes del Brooklyn Public Library. Era en pleno invierno antes que Valeria tuviera la cirugía de los pies. Dentro del edificio, que tiene una entrada inmensa e impactante inspirada en la arquitectura del antiguo Egipto, una niñera se le acercó. Era una señora mayor con un fuerte acento africano. Estaba muy entusiasmada al ver que las manos de Valeria eran diferentes.

“¿Sus pies también son así?” le preguntó la mujer a Natacha muy animada.

“Sí y va a tener sus cirugías muy pronto”, le respondió Natacha.

“Ella no necesita cirugía; ella tiene cirugía porque tú quieres que la tenga”, dijo la mujer poniéndose molesta.

“Ella es una bebé bendecida”, agregó la mujer. “En África, los bebes que nacen con dedos extras son admirados porque llegan a ser personas grandes y fuertes; están destinadas a controlar sus destinos”.

Me pareció extremadamente raro que alguien cuestionara si había que operar a Valeria. Las creencias de la mujer iban contra del sentido común en general. Era una posibilidad que nunca a nadie se me hubiese imaginado.

Aún así, uno debe ser pragmático y analizar qué es lo mejor al largo tiempo. En cuanto a sus pies, a pesar de que Valeria se paraba de lo más bien, ellos eran diferentes uno del otro e iban a causar que Valeria caminara disparejamente afectando su cadera; una pierna iba a poner una presión diferente que la otra. Eso puede pasar desapercibido por un periodo corto pero después de 30 años, eso la iba a afectar.

En cuanto a sus manos, a pesar de que ella puede sostener cosas sin dificultad, ella va a poder tener un mayor ángulo para agarrar objetos.

La conversación con la mujer hubiese pasado al olvido sino fuese porque Valeria nunca se había enfermado antes de la cirugía. Ella tenía nueve meses cuando la operaron y para entonces yo desconocía lo que era verla mal. Me sentía con la mayor suerte del mundo porque mi primer hijo, Gianluca, que ahora tiene 14 años, se había enfermado varía veces para entonces y era lo normal.

Un par de meses después de la cirugía, a Valeria le ha dado el resfrío dos veces e infección al oído una vez. Yo sé que necesita enfermarse para que su sistema inmunológico se prepare para protegerse de todos los gérmenes del ambiente pero todavía estoy algo sorprendido de que antes ella nunca se había enfermado. Sólo espero que al remover lo que la hizo especial no haya removido alguna magia que le daba alguna protección especial.