lunes, 25 de marzo de 2013

Los Abuelos Viajan a Varadero


Mati había estado en cama enferma por dos meses debido a un dolor del nervio ciático; Yuclemen había tenido la flora intestinal arruinada por años lo que le causaba constante diarreas, así que fue pura coincidencia que las enfermedades de ellos, mis papás, justo se dieran un descanso cuando Valeria, Natacha y yo estábamos listos para ir a Cuba desde Nueva York. Mati y Yuclemen aprovecharon la oportunidad sin ninguna demora, hicieron reservas de último minuto y viajaron de Perú a Cuba a conocer a Valeria, su nieta.

Tuvieron muchas agallas para hacer este viaje; la salud se les podía quebrantar en cualquier momento; aún así lo hicieron y nos llevaron alegría y algo inesperado; esperanza para el tratamiento de Valeria.

Mis papás están en alrededor de los 70 años y ya habían sufrido una gran decepción queriendo viajar a conocer a Valeria cuando ella nació. Habían preparado el viaje a Nueva York por meses, pero cuando la fecha se acercó mi mamá cayó enferma. Tristemente, tuvieron que cancelar todo.

Los meses pasaron y no sabían cuando iban a conocer a su nieta; ella no iba a ir a Perú por el momento ya que sus cirugías eran prioridades; pero finalmente la suerte les sonrió y ellos decidieron arriesgarse y viajar.

Después de varias horas de vuelo, una parada en El Salvador, y una larga manejada de La Habana a Varadero, finalmente llegaron a conocer a Valeria. Mi mamá no la quería soltar a pesar de tener dolores musculares y mi papá, a quien yo siempre lo he visto duro y estricto, estaba que cargaba y besaba a Valeria. No se enfermaron para nada durante el viaje, por el contrario, se rejuvenecieron; de pronto se dedicaron a hacer actividades ellos solos, como irse en los tours que uno sube y baja del bus, pedirle a los bartenders de su hotel que les preparen bebidas exóticas e irse a ver el show del Tropicana días después en La Habana.

Hicieron lo que se tiene que hacer a la edad que la salud se vuelve impredecible. Disfrutaron el ahora; la oportunidad se les presentó y la aprovecharon al máximo. 

En nuestro último día juntos, nos salieron con una sorpresa, ellos sabían de que la operación del pie en espejo de Valeria salía más cara de lo que esperábamos, entonces nos dijeron que nos iban a ayudar. El que nos dijeran que podían cubrir parte de la primera cirugía nos llenó de alegría y esperanza. Abrieron la pequeña posibilidad de tener un gran cirujano en Cuba y de tener la ayuda de Loly, la otra abuela.

Los abuelos viajaron a Varadero tomando un riesgo para conocer a Valeria y para hacernos saber que estaban ahí para apoyarnos. Valeria tiene la suerte de tener unos abuelos fabulosos como yo me siento afortunado de tener unos padres fabulosos .
Mati, Yuclemen, Valeria y Natacha en Varadero

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lunes, 18 de marzo de 2013

Otro Hospital en Cuba


“¿Cómo se llama la niña?” preguntó el doctor.

 “Valeria Ginocchio,” dijo Natacha.

“Con ese apellido se van a dar cuenta que no es de acá; ¿cuál es tu apellido?

“Pérez,” respondió Natacha.

“Ok, Valeria Pérez entonces; ten a aquí la forma y ve a que le tomen las placas,” dijo el doctor que quería hacer pasar a Valeria como una paciente Cubana y atenderla gratis en el Hospital Carlos M. de Céspedes de Bayamo.

El Hospital Céspedes está en el lado este u oriente de la isla y puede tratar la mayoría de las enfermedades pero necesita asistencia con los casos complicados. Está ubicado en Bayamo, la ciudad natal de Natacha y Loly que es famosa por un evento histórico durante la lucha de independencia de los españoles. En 1869, los bayameses prefirieron quemar la ciudad antes que cayera en mano de los españoles.

Más de cien años después, Bayamo sobresale por su hospitalidad. Natacha y Valeria estaban por unos días visitando cuando la familia y vecinos les recomendaron que vayan al Hospital Céspedes; tenían contactos con los doctores así que podían hacer pasar a Valeria como cubana. Ir a este otro hospital en Cuba era conveniente porque Loly podía ayudar con el tratamiento pós operatorio.

Los doctores en el Hospital Céspedes aceptaron el caso pero tenían que asegurare que podían tratar el pie en espejo de Valeria y para eso necesitaban las placas.

Mientras tanto, Natacha se preparaba para regresar a los Estados Unidos así que con la ayuda de Loly organizó una fiesta de despedida con los niños del barrio.

Necesitaban un pastel pero estaba prohibida la venta de huevos ya que se habían detectado algunos casos de cólera en el otro lado de la isla. Fueron pocos casos que estaban controlados pero las autoridades siguieron haciendo lo más prudente: prohibir los huevos y todas las comidas preparadas con huevos.

De todas maneras Natacha fue donde la de los pasteles del barrio (que criaba sus propias gallinas y tenía huevos sanos) a ver si podía hacer un pastel. Ella se rehusó argumentando de que le podía ir mal si la policía lo averiguaba. Afortunadamente, una de las vecinas de Loly es la santera de la zona así que ella misma fue donde la de los pasteles a pedirle que preparara uno para la fiesta quien no tuvo otra opción más que aceptar.

“Si la policía te ve con el pastel, ni me menciones,” le advirtió la de los pasteles a Natacha cuando fue a recoger el pastel.

La fiesta fue un éxito con más de 15 niños comiendo el pastel sano y corriendo atrás de los globos que eran raros para ellos; como los globos son caros, rara vez los ponen en fiestas.

Al día siguiente, Natacha fue al Hospital Céspedes por los resultados de la junta que lamentablemente concluyó que le faltaba las capacidades necesarias para operar.

Los doctores del Hospital Céspedes de todas maneras ofrecieron remover el dedo pequeño extra que le cuelga a Valeria de la mano izquierda. Natacha hubiese aceptado pero ella y Valeria tenían que regresar a los Estados Unidos antes del tiempo necesario para remover los puntos. Valeria no pudo recibir tratamiento en este otro hospital en Cuba pero nosotros mantenemos el recuerdo de este lugar en nuestros corazones.


Fiesta de despedida de Valeria en Bayamo, Cuba

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lunes, 11 de marzo de 2013

Un Hospital con Pulso


El aire en la sala estaba denso. La reciente llamada con el Dr. Salles sobre el costo de la cirugía había hecho volar las ilusiones de operar a Valeria en Cuba. Natacha y yo hablamos si todavía tenía sentido aceptar la invitación del Dr. Salles para ir al hospital donde se iban a realizar las cirugías; y como ya estábamos en ese país, decidimos ir después de todo a conocer el Hospital Ortopédico Frank País.

El Frank País está en el lado oeste de La Habana y lo compone una serie de edificios de 3 pisos; fue fundado hace más de 40 años y mientras la mayoría de pacientes son cubanos, tiene una oficina dedicada a los extranjeros, Turismo Salud.

Como íbamos a la oficina de Turismo Salud, nos privamos de hacer la cola que hace la mayoría de Cubanos. Generalmente los enfermos, o sus parientes, van desde muy temprano por la madrugada al hospital a hacer la cola, reciben un ticket que les asegura atención ese día y esperan por horas hasta que el doctor los reciba.

Nosotros éramos afortunados de tener ya una cita para las 9 de la mañana con Dr. Salles quien estaba ocupado cuando llegamos así que esperamos afuera de su oficina. Parados ahí, pasó una empleada del hospital y se detuvo por varios minutos para decir los bonita que estaba Valeria. Luego de un instante se aparece una enfermera bastante mayor lentamente, no dijo ni una palabra, sólo se acercó a Valeria muy lentamente, la cargó y sonrió con los ojos cerrados; era la transformación de un rostro duro a un rostro dulce. Para entonces, yo estaba empezando a sentir algo desconocido, que a un hospital le puede importar la gente que atiende, era un sentimiento con el cual yo no estaba familiarizado. Este tipo de encuentros agradables continuaron durante el día. Cuando fuimos a la oficina de finanzas, la chica que trabaja ahí se levantó de su escritorio, cargó a Valeria y se puso a conversar con nosotros mientras jugaba con ella.

Cuando por fin entramos a la oficina del Dr. Salles, él fue frío y directo y yo agradezco muchísimo que él fuera así; lo único que yo espero de él es que sea el científico que sólo piensa en músculos, nervios y metatarsos; pero es reconfortante sentir que el resto del equipo del hospital da el apoyo humano; el Frank País nos había casi hecho olvidar porque estábamos ahí.

El afecto del hospital tomó más importancia que los enchufes de electricidad sin tapa que tenía o que los doctores no colgaban en las paredes los diplomas de sus escuelas de medicina. El Frank País era una opción excelente para operar a Valeria si tan sólo las circunstancias lo permitían.  Semanas después de visitarlo, todavía recuerdo las palabras escritas en mármol en el lobby, “Hacer caminar un niño inválido es la más noble obra humana que concebirse puede.”

El Dr. Salles en el hospital Frank País de La Habana

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lunes, 4 de marzo de 2013

La Suegra


Natacha y yo estábamos aliviados de haber encontrado una buena opción médica en Cuba pero lo que más nos influenciaba por este camino no tenía nada que ver con la ciencia sino con el cariño; el cariño a Valeria por parte de Loly, su abuela.

Loly, una mujer fuerte y en sus 50s, vive en el oriente del país, en Bayamo, y estaba haciendo lo que podía dentro de sus limitaciones para encontrarnos un doctor; inclusive viajaba a La Habana atrás de los camiones de carga con tal de hablar con doctores. Los pasajes de bus para los nacionales son muy limitados y los que son para extranjeros cuestan $50; eso está muy por encima de los $15 que es el salario promedio mensual.

Loly había escuchado del Dr. Salles a través de José Antonio, su compañero de más de 3 décadas, ya que un nieto de él había perdido un dedo en un accidente con una silla plegable; en ese momento, al dedo lo pusieron en hielo y el Dr. Salles pudo reinsertarlo.

En nuestro caso, ya que la terapia después de la cirugía para Valeria podía tomar hasta 8 semanas, Loly se ofreció a cuidar de ella por ese tiempo; después de todo, sería muy difícil que Natacha y yo nos quedásemos todo ese tiempo.

Aprecié mucho su ayuda en encontrarnos un doctor pero aprecié también su ayuda con Valeria mientras visitábamos Cuba; por primera vez en 6 meses, Natacha y yo teníamos alguien que cuidara de la bebe. “¿Ya se despertó?” nos decía muy temprano por la mañana queriéndosela llevar con ella. “Salgan, diviértanse,” nos decía; esas eran palabras que nosotros habíamos añorado escuchar por muchas noches de sonámbulos. Loly también nos contagiaba su calma y jovialidad. Cuando le pregunté a Natacha cómo me iba a duchar solamente con un balde de agua caliente, Loly dijo, “enséñale o sino va a terminar como un pollo hervido.” O nos diría cosas, pero hablándole a Valeria como, “vamos a visitar a tu mamá los domingos al manicomio si no se calma.”

Loly nos cocinaba unos guisos deliciosos, freía unos crocantes tostones y hasta preparaba un sabroso arroz con leche, mi postre favorito; pero me comentaron que después que me fui y Natacha se quedó con Valeria por dos semanas más, el menú se redujo a arroz con frijoles por la mayoría del tiempo.

La única vez que vi a Loly cabizbaja fue cuando recibimos el estimado del Dr. Salles para la operación; era mucho más cara de lo que esperábamos; para los cubanos esta operación era casi gratis pero nosotros éramos extranjeros.

Con José Antonio y Loly quien siempre tenía a Valeria consigo.



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