jueves, 7 de noviembre de 2013

De la Gran Manzana a Recoger Manzanas


Ya era demasiado tarde cuando me enteré que ese día era el clásico del Real Madrid contra el Barcelona, ya había alquilado el auto y dudaba mucho que Natacha aceptara quedarnos sin oposición alguna. Así que proseguimos con el plan; puse a Valeria en su car seat y nos fuimos a recoger manzanas al campo.

La experiencia es agradable desde que sales de New York, el tráfico se vuelve menos pesado y comienzas a ver verde alrededor.

Toma cerca de dos horas llegar al pueblo de Marlboro en la parte norte del estado de New York. Nosotros íbamos por primera vez a un lugar llamado Weed Orchards y nos gustó bastante. A la entrada hay un granero donde venden curiosidades y dulces del campo. Luego hay una cerca con chivos y un gallo, Valeria se pegó de eso. Al lado hay una casita donde venden cinammon donuts que están espectaculares.

Valeria quería quedarse con los chivos.


Un amigo las compró y nos ofreció, yo pensé, “ok, voy a aceptar sólo una porque tengo que cuidar la panza”.  Metí la mano en la bolsa blanca de papel y quise agarrar la donut con la misma presión de siempre pero la donut se deshizo; estaba tan recién hecha que se hacía pedazos apenas la tocaba y además de eso, calientita. Agarré unos cuantos pedazos y los probé; la panza tuvo que esperar, tenía que comer más donuts.

Aparte de la buena comida, Weeds Orchard también tiene un playground bastante divertido para los chicos con un tren, un tractor y un pueblito del oeste, todos hechos en madera.

Luego fuimos a recoger manzanas, o mejor dicho, a que yo recoja manzana; Natacha y Valeria las recibían y comían. Sólo agarramos las manzanas Jonasgold; recomendadas para comer y hornear. Lo primero que me atrajo de esta manzana fue su color rojo vibrante y luego me sorprendió tanto la firmeza de su crujir al morderlas como la dulzura de su jugo.
Nótese las manzanas rojas a la izquierda de Valeria.

Weed Orchars tiene una vista impresionante y relajante, se veía montañas por todos lados además los árboles estaban cambiando de color por estar en otoño así que había hojas desde amarillas hasta rojizas.
La pasamos tan bien que fuimos unos de los últimos en irnos antes de que cerraran. Proseguimos a manejar las dos horas de vuelta a Brooklyn pero teníamos una cosa clavada en la mente, ¿por qué diablos no compramos donuts para el camino?

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